lunes, 11 de diciembre de 2017

Los inmigrantes: sus sueños y sus realidades

En busca de una vida mejor

GEORGE estaba desesperado. Ni siquiera podía alimentar a su familia. Las enfermedades y el hambre azotaban a su comunidad. Sin embargo, a unos cientos de kilómetros al sur se encontraba un país más próspero. “Me iré allá —pensó George—, conseguiré un empleo y luego haré que mi familia vaya también para reunirse conmigo.”
También Patricia, de Nigeria, soñaba con un nuevo comienzo en el extranjero. No tenía trabajo ni perspectivas de progresar, de modo que decidió irse a Argelia y de allí a España, sin imaginarse lo terrible que sería el viaje a través del desierto del Sahara. “Estaba embarazada —comenta ella—, y quería darle a mi hijo una vida mejor.”
Rachel quería ir a España para mejorar su situación. Había perdido su empleo en Filipinas y sus parientes le habían dicho que en otros países las empleadas domésticas eran muy solicitadas. Así que pidió dinero prestado, compró el pasaje y se despidió de su esposo y su hija con esta promesa: “No estaremos separados por mucho tiempo”.
Se calcula que en las últimas décadas han emigrado más de 200 millones de personas como George, Patricia y Rachel. Aunque algunas han huido debido a la guerra, los desastres naturales o la persecución, la mayoría ha emigrado por razones económicas. ¿Qué dificultades encuentran en el país al que llegan? ¿Logran la vida que anhelaban? ¿Cómo les va a los hijos cuando sus padres se marchan en busca de mayores ingresos? Lea las respuestas que se dan a continuación.

 Llegada y proceso de adaptación

La primera gran dificultad del emigrante es, a menudo, el viaje mismo. George viajó cientos de kilómetros con poca comida. “El recorrido fue una pesadilla”, recuerda. Muchos inmigrantes ni siquiera llegan a su destino.
El objetivo de Patricia era llegar a España. Atravesó el desierto del Sahara apiñada con otras 25 personas en un camión abierto. “El viaje de Nigeria a Argelia nos tomó una semana —cuenta—. En el trayecto vimos muchos cadáveres y gente vagando por el desierto a punto de morir. Parece que algunos camioneros despiadados van abandonando pasajeros a lo largo del camino.”
A diferencia de George y Patricia, Rachel viajó en avión a España, donde tenía un empleo esperándola. Pero nunca se imaginó cuánto extrañaría a su hijita de dos años. “Cada vez que veía a una madre cuidando de su pequeño —recuerda—, se me encogía el corazón.”
George luchó por adaptarse a su nuevo país. Pasaron meses antes de que pudiera enviar dinero a casa. “Muchas noches lloré de soledad y frustración”, confiesa.
Tras varios meses en Argelia, Patricia llegó a la frontera con Marruecos. Ella dice: “Allí di a luz a mi nena. Tenía que esconderme de los traficantes que secuestraban a las inmigrantes y las obligaban a prostituirse. Al final conseguí suficiente dinero para iniciar el peligroso viaje por mar a España. El bote estaba en pésimo estado y no estaba preparado para llevar a tanta gente. ¡Hasta tuvimos que usar los zapatos para sacar el agua que entraba! Al llegar a la costa, no me quedaban fuerzas para caminar hasta la orilla”.
Los riesgos del viaje no son los únicos problemas a los que se enfrenta quien está planeando irse a otro país. Están las barreras del idioma y la cultura, así como los gastos y las complicaciones legales que surgen para obtener la residencia o la ciudadanía. Si no se obtienen, es casi imposible conseguir un buen empleo, vivienda, educación o servicios de salud adecuados. Tampoco es fácil tramitar la licencia de conducir ni abrir una cuenta bancaria. Y por si fuera poco, los inmigrantes indocumentados son explotados como mano de obra barata.
Otro factor que considerar es el dinero. En realidad, ¿cuánta seguridad ofrece? La Biblia da este sabio consejo: “No te esfuerces por hacerte rico; deja de preocuparte por eso. Si te fijas bien, verás que no hay riquezas; de pronto se van volando, como águilas, como si les hubieran salido alas” , Dios habla hoy). Hay que recordar que  las cosas más importantes no se pueden comprar: el amor, la tranquilidad y la unidad familiar. ¡Qué triste es cuando una pareja, en su deseo de conseguir más dinero, pone en segundo plano el amor que los une o el “cariño natural” que sienten por sus hijos! 
Los seres humanos también tenemos una necesidad espiritual . Por tanto, los buenos padres hacen todo lo que está en su mano por cumplir la responsabilidad que Dios les ha dado de enseñar a sus hijos acerca de él, su propósito y sus normas .

No hay comentarios:

Publicar un comentario