Veamos la siguiente escena:
Escena 1: Los padres de Isabel,están de visita en casa de su hija y su yerno.
Pasan una velada agradable conversando tranquilamente.
Como padres se sienten orgullosos del hombre con el que se ha casado su hija. ¡Hay que ver lo bien que la trata!
Escena 2: Frank está furioso y, como tiene por costumbre, descarga su ira contra su esposa: le da puñetazos en la cara, patadas, tirones de pelo y le golpea la cabeza contra la pared varias veces.
PROBABLEMENTE le sorprenda saber que la pareja protagonista de ambas escenas es la misma.
Como muchos hombres que maltratan a su mujer, Frank sabe aparentar que es una buena persona cuando hay gente delante, por ejemplo, los padres de su esposa. Pero cuando está a solas con ella, es terriblemente cruel.
Muchos hombres como Frank crecieron en familias violentas, y de adultos creen que su conducta es aceptable, incluso normal. Pero la violencia doméstica no tiene nada de normal.
Es por eso por lo que a la mayoría de la gente le horroriza que un hombre le pegue a su mujer.
Es por eso por lo que a la mayoría de la gente le horroriza que un hombre le pegue a su mujer.
Con todo, es alarmante lo extendido que está el problema.
Por ejemplo, en Estados Unidos, las líneas de atención a víctimas de la violencia doméstica recibieron en un día un promedio de 16 llamadas por minuto. La violencia doméstica es una epidemia mundial que afecta a todos los grupos culturales, económicos y sociales.
Y teniendo en cuenta que muchos de los casos no se denuncian, está claro que la situación es peor de lo que revelan las estadísticas.
Las noticias sobre violencia doméstica hacen surgir las siguientes preguntas: ¿Cómo puede un hombre llegar al punto de tratar a alguien —en especial, a su esposa— de manera tan indigna? ¿Hay algo que pueda ayudar a hombres así?
Los prácticos consejos de la Biblia pueden lograr que los esposos violentos cambien su conducta.
La Biblia dice que se debe tratar a la esposa con honra y respeto, se resalta cualidades como la apacibilidad y el autodominio, condena el “habla injuriosa” [o insultante].
No se apresure a comparar su situación con la de otras personas ni a seguir los consejos de quienes creen saber qué es lo mejor para usted.
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